LA
TEORÍA DEL GERMEN REFUTADA (Parte1)
DEL SUEÑO Y LA MENTIRA DE LOUIS PASTEUR HACIA UN
PARADIGMA DIFERENTE SOBRE EL CUERPO Y LA ENFERMEDAD
“Ya
surge la necesidad de una solución más sensata para las enfermedades que los
simples ataques violentos contra los microbios venenosos, y una explicación más
completa de los procesos biológicos del crecimiento y la liquidación, de la
vida y la muerte”.
PASTEUR: PLAGIARIO, IMPOSTOR. (o “el sueño y la mentira de Louis Pasteur”) la teoría de germen refutada. R. B. PEARSON. Publicado por primera vez en 1942.
Tal vez, el concepto de enfermedad hoy sería
totalmente distinto, si los fundamentos de la ciencia y la medicina estuvieran
más cercanos a lo que realmente es el cuerpo y lo síntomas, en lugar de haberse
alejado a tal distancia de éstos, que hoy la visión guerrerista del mundo y de
la enfermedad (que implica división y ataque a enemigos –reales o imaginarios)
impide ver más allá de lo que los dogmas científicos y médicos nos han enseñado
como verdades irrefutables. La percepción de los síntomas y enfermedades como
ataques contra los que hay que luchar, provocados por causas externas a las que
se trata como enemigos que hay que atacar y eliminar, nos separó de la visión
de nuestro propio cuerpo como la unión e interacción de múltiples aspectos (físico,
emocional, psíquico, espiritual), en constante interacción con el entorno (que
a su vez es el resultado de la interacción de múltiples aspectos –físicos,
químicos, sociales, políticos, culturales, etc.).
La negación del cuerpo como un todo está en la
base de los fundamentos de la medicina y ciencia ortodoxas; esto ha implicado la desconexión del ser humano de su propio
cuerpo, la subutilización de la habilidad de (auto) observación y del potencial
de autosanación, gracias a la desconexión casi total del conocimiento ancestral
sobre el cuerpo, sobre la vida, sobre el universo, etc. -individual y
colectivamente, y al cual se ha ridiculizado, hecho a un lado y etiquetado como
alternativo, con el fin de restarle valor en beneficio de los dogmas de la medicina/ciencia
ortodoxas, que se ufanan de conocer más y mejor al cuerpo, aunque insisten en
fragmentarlo, lo cual impide verlo en su integridad y comprenderlo realmente; y
aunque se ufanen también de “descubrimientos” que otras medicinas con milenios
de historia y sin los “avances tecnológicos” -que hoy se juzgan como
imprescindibles para investigar y encontrar respuestas científicas, ya habían
hecho, por medios que, al no ser los oficiales, se desacreditan, por no ser
comprobables por los métodos positivistas.
Por ejemplo, aunque en la medicina ayurveda ya
se sabía desde hace miles de años de la importancia el intestino en la salud
general del cuerpo, y ha sido considerado como el “segundo cerebro”, esto era visto sólo una creencia sin evidencia científica, y sólo empieza a ser considerado
como verdadero muy recientemente, debido a publicaciones “científicas” que se
acreditan tal descubrimiento. Y los ejemplos sobre la obsesión oficialista de
darle forma a las creencias, usando, tergiversando y enterrando información
preexistente, abundan, en relación con medicinas, filosofías y enseñanzas
antiguas/ancestrales.
Y esto, sin hablar del total desconocimiento
del aspecto espiritual como fundamental en el ser humano y, por lo tanto, en el
reconocimiento, gestión y sanación de síntomas y enfermedades. El divorcio de la ciencia y la medicina con
la espiritualidad sólo puede mantener a la humanidad dando vueltas en círculos
alrededor de presuntos problemas que se intentan resolver sin tener en cuenta
todas las variables.
La teoría de los gérmenes de Pasteur es una de
esos pilares de la ciencia y la medicina que ha estado, desde el principio, al
servicio de la concepción guerrerista de la enfermedad y de los intereses de
quienes se benefician de esa concepción y de la ignorancia generalizada sobre
el cuerpo y las enfermedades.
A continuación, se presenta un resumen con
citas extraídas de dos libros en los que se hace una revisión de los orígenes
de la teoría de los gérmenes que hoy reina, con el fin de dar a conocer las
incoherencias y contradicciones que la rodean desde entonces, así como las
alternativas que se han desechado y silenciado sistemáticamente.
Los libros son:
“Atacar la reputación de un hombre famoso es un
asunto serio, especialmente uno que ha posado, y ha sido aceptado, como uno de
los mejores científicos del mundo. Durante muchos años, Pasteur ha sido
considerado como un fundador y un líder en serología; pero siempre es
pertinente examinar los comienzos de cualquier asunto sobre el cual haya una
diferencia de opinión, con la esperanza de encontrar la verdad del asunto. El escritor ha hecho un esfuerzo en sus
anteriores libros y folletos para mostrar que la teoría de los gérmenes es
falsa, y que la enfermedad se debe casi siempre a errores de la dieta o de la
forma de vida, los gérmenes están presentes únicamente como carroñeros de
tejidos y alimentos muertos y de desecho, y no como la causa de la enfermedad.
Las 5 Leyes
Biologicas y la Nueva Medicina del Doctor Hamer. Andrea Taddei
Sin embargo, la creencia errónea de que los
gérmenes causan enfermedad y deben ser controlados o eliminados antes de que
esta pueda curarse está tan extendida que cierra la mente de muchas personas a
cualquier otra idea sobre este tema.
Por esta razón, parece ser necesaria una
investigación exhaustiva de esta idea, de los argumentos en los que se basa, e
incluso de la buena fe de aquellos que la pusieron en marcha, antes de que
cualesquiera ideas sensatas sobre el adecuado tratamiento de la enfermedad
puedan ser ampliamente promulgadas.
Cuándo el libro ¿Béchamp o Pasteur? de Ethel
Douglas Hume apareció en 1923, parecía ser justo aquello que llenaría este
vacío y terminaría para siempre con el uso de sueros y otros productos
biológicos. Pero ahora ya han pasado 19 años desde que se publicó ese libro,
que debería haber marcado una época en las artes curativas. No recibió la
atención que merecía en los círculos médicos y, aunque ahora está en su segunda
edición (publicado por la Liga Nacional Anti-Vacunación, Londres, Inglaterra)
la profesión médica está fomentando los productos biológicos más fuerte que
nunca.
Por consiguiente, parece apropiado repasar el
tema para mostrar la verdad con respecto a la falsedad de las ideas de Pasteur
y sus reivindicaciones de gloria, y la base fraudulenta sobre la cual descansa
la teoría de los gérmenes, como lo mostró la Sra. Hume en su libro ¿Béchamp o
Pasteur?, y agregar otros hechos y estadísticas que respalden la idea de que la
teoría de los gérmenes es falsa, con la esperanza de que pueda recibir una
circulación más extensa y una atención más generalizada, y posiblemente
conducir a una revisión completa de la cuestión del tratamiento de la
enfermedad, especialmente con respecto a la serología. (2)
Tras la muerte de Antoine Béchamp, la autora
del libro, Ethel Douglas, recibe del Sr. Arnold Lupton (alguna vez miembro del
Parlamento Liberal por Sleaford en Lincolnshire, Inglaterra), la propuesta de
editar y publicar un trabajo del dr. Montague R. Leverson sobre Béchamp, tal
como él le habría prometido a su amigo. Ella se dedicó a recaudar información
con la familia de Béchamp, e hizo un examen minucioso de los informes de las
reuniones de la Academia de Ciencias de Francia. Para esto, las autoridades del
Museo Británico, pusieron a su disposición los enormes volúmenes de Comptes
Rendues. (Nota del Traductor: Comptes Rendues son Las Actas de las Sesiones de
la Academia Francesa de Ciencias. A partir de ahora nos referiremos a ellas
como Las Actas).
En la
introducción del libro de Hume:
“En Villeneuve l'Etang, no lejos de París, el
28 de septiembre de 1895, se produjo la muerte de un francés que fue aclamado
como una rara luminaria de la ciencia, un benefactor supremo de la humanidad.
Luto en todo el mundo, honores nacionales, pomposas exequias fúnebres, largos
artículos periodísticos, tributos públicos y privados, todos asistieron al
fallecimiento de Louis Pasteur. Su vida fue totalmente registrada; las estatuas
conservan su aspecto; se le ha dado su nombre a un sistema, y han surgido en
todo el mundo institutos que siguen sus métodos. Nunca la diosa fortuna ha sido
más pródiga en recompensas como en el caso de este químico que, sin ser médico,
se atrevió a pretender revolucionar la medicina. En sus propias palabras, el
testimonio de los siglos venideros ofrece el verdadero veredicto sobre un
científico y, adoptando la opinión de Pasteur y, con toda humildad, su audacia,
nos atrevemos a encargarnos de buscar ese testimonio.
¿Qué encontramos?
Nada
menos que un capítulo perdido en la historia de la biología, un capítulo que
parece esencial redescubrir y asignar a su lugar correspondiente. ¡Pues su
conocimiento podría, primero, alterar toda nuestra comprensión de la medicina
moderna y, segundo, demostrar que el extraordinario genio francés del siglo XIX
fue en realidad otro muy distinto a Louis Pasteur!
De hecho, este sorprendente capítulo niega la
creencia preponderante de que Pasteur fue el primero en explicar el misterio de
la fermentación, la causa de las enfermedades de los gusanos de seda y la causa
de la fermentación del vino; además, muestra que sus teorías de los
microorganismos difieren en su quintaesencia de las del observador y verdadero
autor, al parecer, de los descubrimientos a los que Pasteur siempre se ha
referido.
Y así, dado que la Verdad es nuestro objetivo,
nos aventuramos a pedir una consideración paciente e imparcial de los hechos
que presentaremos en relación con el trabajo de dos científicos franceses, uno
de los cuales es apenas conocido por la generación actual, aunque gran parte
del conocimiento de esta provenga de él, mientras que el nombre del otro se ha
convertido en una palabra familiar.
Doce años y medio después de la muerte de
Pasteur, el 15 de abril de 1908, falleció en una modesta vivienda del barrio
estudiantil de París, un anciano de noventa y dos años. A su funeral asistió un
pelotón de soldados, ya que el nonagenario, el profesor Pierre Jacques Antoine
Béchamp, tenía derecho a este honor, pues había sido Caballero de la Legión de
Honor. Por lo demás, a las silenciosas exequias solo asistieron dos nueras del
difunto, varios de sus nietos, algunos de sus viejos amigos y un amigo
estadounidense (el Dr. Montague R. Leverson). Ninguna pompa ni circunstancia en
las ceremonias finales indicaban el fallecimiento de un gran científico, pero,
después de todo, no sería la primera vez que los contemporáneos de un hombre
descuidaban su valor. Más de un siglo antes, otro Antoine, cuyo apellido era
Lavoisier, había sido asesinado por sus compatriotas, con el comentario:
“¡La
República no necesita científicos!”
Y ahora, con escasa atención pública, fue
depositado en su último lugar de descanso el cuerpo de un científico quizás aún
mayor que el gran Lavoisier, ya que este otro Antoine, cuyo apellido era
Béchamp, parece haber sido el primer claro exponente de los misterios
fermentativos y el pionero del descubrimiento auténtico en el ámbito de la
microscopía.
En el año en que murió, se necesitaron ocho
páginas del Moniteur Scientifique (El Monitor Científico) para presentar una
lista de sus trabajos científicos. Hacer una lista de sus títulos da una idea
de los estupendos trabajos de su larga carrera:
v Máster de Farmacia.
v Doctor en Ciencias.
v Doctor en Medicina.
v Profesor de Química Médica y
Farmacia en la Facultad de Medicina de Montpellier.
v Miembro y Profesor de Física y de
Toxicología en la Escuela Superior de Farmacia de Estrasburgo y Profesor de
Química de la misma ciudad.
v Miembro correspondiente de la
Academia Imperial de Medicina de Francia y de la Sociedad de Farmacia de
París.
v Miembro de la Sociedad Agrícola de
Hirault y de la Sociedad Linneana del Departamento del Maine y el Loira.
v Medalla de Oro de la Sociedad
Industrial de Mulhouse (por el descubrimiento de un proceso barato para la
fabricación de anilina y de muchos colores derivados de esta sustancia).
v Medalla de Plata del Comité de Obras
Históricas y Sociedades Ilustradas (por obras sobre la producción del vino).
v Profesor de Química Biológica y
Decano de la Facultad de Medicina de Lille.
Títulos Honoríficos:
v Oficial de Instrucción Pública.
v Caballero de la Legión de Honor.
v Comandante de la Rosa de Brasil.
Aunque su vida fue larga, puede parecer
increíblemente corta si se la compara con una lista de descubrimientos
fenomenales para la vida de un hombre. Y como tanto la historia de los fundamentos
de la biología como la obra de Louis Pasteur están intrincadamente conectadas
con esta extensa carrera, vamos ahora a esbozar un esquema de la historia de la
vida de Antoine Béchamp. (3)
(…) “Desde el principio, Antoine Béchamp fue
completamente indiferente a la ambición personal. Tampoco tenía un temperamento
agresivo, ni hacía ningún esfuerzo por buscar personas conocidas e influyentes
a quienes comunicar sus éxitos. Olvidado de sí mismo, se concentraba
completamente en la Naturaleza y sus misterios, y no descansaba hasta revelar
alguno de estos. Nunca se le ocurría vanagloriarse, y mientras los hechos de
Pasteur se hacían del dominio público, Béchamp, encerrado en su laboratorio,
estaba inmerso en descubrimientos que simplemente se publicaban en registros
científicos sin ser pregonados con autobombo”. (4)
(…) “Puede que todas estas conclusiones aún no
hayan sido adoptadas, pero al igual que ha sucedido con otras muchas de las
enseñanzas de Béchamp, han llegado a ser generalmente aceptadas, ya sea por el
trabajo independiente de unos, ya sea por los plagios de otros, por lo que es
muy razonable esperar que su asombrosa concepción de los procesos biológicos de
la Naturaleza fructifique en el futuro en más descubrimientos; por eso queremos
que se garantice desde ahora el reconocimiento de su legítima paternidad.
Mostró que la célula ya no se debe considerar
(como era el punto de vista de Virchow) como la unidad fundamental de la vida,
ya que se construye a partir de los gránulos celulares de su interior.
Aparentemente, fue el primero en llamar la atención sobre la unión de estos
mismos gránulos celulares, a los que llamó microzymas, y sobre las agrupaciones
de varillas que resultan, que ahora reciben el nombre de cromosomas.
(…) Tenía por método no sacar nunca
conclusiones si no era sobre una base experimental segura”. (5)
(…) “Para el fisonomista, una comparación de
las miradas de los rivales, Béchamp y Pasteur, da una clave para sus
respectivas actitudes científicas. La determinación alerta es la principal
característica de los rasgos de Pasteur; mientras que el idealismo intelectual
es la de Béchamp.
Pasteur se acercó a la ciencia desde el punto
de vista comercial, es decir, desde el punto de vista utilitario, no menos
ventajoso para sí mismo a pesar de que él pretendiera beneficiar al mundo.
Béchamp tenía la visión del artista. Su sed era
por el conocimiento, con independencia de las ganancias; anhelaba penetrar en
los reinos inexplorados de los secretos de la Naturaleza; se olvidaba del mundo
exterior. Nunca se le ocurría elogiar a personas influyentes que conocía para
acto seguido anunciar el nacimiento de una nueva idea. Las lecciones que
aprendía en sus investigaciones las anotaba y comunicaba debidamente a la
Academia Francesa de Ciencias, y al principio no hacía caso del hecho de que sus
observaciones fuesen pirateadas. Cuando finalmente su silencio se transformó en
protesta, veremos, a medida que avancemos, que su paciencia se colmó. Él, que
era tan escrupuloso en su reconocimiento de cada migaja de conocimiento debida
a otro, solo podía sentir desprecio por los ladrones de ideas de otros hombres,
mientras que su energía y vigor exuberantes lo lanzaron con intransigente
oposición contra quienes, no contentos con cosechar donde él había sembrado,
pisoteaban con sus distorsiones una cosecha que podría haber sido tan abundante
en resultados.
Fue
durante los años que pasó en Montpellier cuando sobrevino su abierta ruptura
con Pasteur, debido, como veremos más adelante, a la apropiación de este último
de la explicación de Béchamp sobre las causas de las dos enfermedades que
entonces devastaron a los gusanos de seda y arruinaron la industria francesa de
la seda. Pasteur no podía eludir el hecho de que sus opiniones sobre el tema
habían sido erróneas hasta que Béchamp proporcionó la solución adecuada, pero
no se alzaron voces que condenaran los métodos del primero. Pasteur ya había
ganado el oído del público y adquirido el patrocinio imperial. En todas las
épocas, como descubrió Béchamp, es difícil cruzar espadas con los hombres
influyentes. (6)
(…) “Un anhelo se agitó para demostrar que,
aunque despojada de territorio, Francia todavía podía dominar el mundo del
pensamiento. Entonces, sucedió que, como estímulo intelectual, en diversos
lugares se fundaron universidades bajo el patrocinio eclesiástico. Se esperaba
que la Iglesia de Roma pudiese influir en las actividades intelectuales.
Lille era uno de esos centros, y alrededor del
año 1874 Béchamp fue invitado a tomar allí el puesto de Decano de la Facultad
de Medicina Libre. Algunos sabios amigos le aconsejaron que no se fuera de
Montpellier; pero, por otro lado, fue bombardeado con súplicas para comenzar a
trabajar en Lille. Finalmente, y debido enteramente a motivos patrióticos, se
dejó persuadir para abandonar la Universidad de Montpellier y sus felices
recuerdos de un trabajo exitoso. Su deseo altruista de beneficiar tanto a
Francia como a la ciencia hizo que aceptara el cambio. Se mudó al norte con su
hijo Joseph, este último fue nombrado profesor de Toxicología en Lille.
Todo podría haber ido bien si no fuera por los
directores clericales de Lille. No entendieron la enseñanza de Béchamp ni sus
implicaciones. Temían a las opiniones novedosas que en realidad eran lámparas,
con las cuales la fe religiosa podría haber iluminado los misterios de la
Creación. Aún en la oscuridad en cuanto a estos, los ansiosos prelados
protestaron contra la exposición por parte del profesor de los microzymas, los
gránulos celulares infinitesimales ahora conocidos como microsomas, o
microzymas, que él consideraba los agentes formativos de las células que
constituyen todas las formas, tanto animales como vegetales.
Fue
trágico que su concepción pionera de los procesos de la Naturaleza fuera
considerada no como una iluminadora antorcha, sino más bien como una peligrosa
mecha que podría desencadenar una conflagración. En Béchamp se vio a un hombre
que se había atrevido a investigar los métodos de la Naturaleza, en vez de
resignarlos complacientemente a una fórmula trillada.
Pasteur, sin embargo, parece no haber caído
nunca en falta con las autoridades eclesiásticas; en parte, tal vez, porque no
entró en estrecho contacto con ellas, pero también porque, con su sabiduría
mundana, se contentó con profesar el liderazgo en la ciencia y el discipulado
en la religión; además, ¿no había ganado también un influyente mecenazgo?
La profunda visión de Béchamp le había enseñado
la conexión entre ciencia y religión: la primera, una búsqueda de la verdad y
la segunda, un esfuerzo por vivir a la altura de las creencias individuales. Su
fe se había ampliado a una amplitud incomprensible para aquellos que incluso
sugirieron el nombramiento de una comisión para recomendar la publicación en el
Índice Romano de su libro “Los Microzymas, libro que culmina con la aclamación
de Dios como la Fuente Suprema. Las enseñanzas de Béchamp se oponen
directamente a los puntos de vista materialistas. Pero sus oponentes no
tuvieron la perspicacia de ver que el Creador se demuestra mejor, comprendiendo
las maravillas de la Creación.
Impaciente por las mezquinas disputas, como la
mayoría de los hombres de alto intelecto, Béchamp se encontraba cada vez más en
desventaja en un entorno en el que era malinterpretado e incomprendido. Tampoco
fueron estas sus únicas preocupaciones. Estaba sufriendo los celos que había
inspirado en Pasteur, y estaba resentido por el ataque público de este último
contra él en el Congreso Médico Internacional de Londres, al que ambos habían
asistido en 1881. Tal comportamiento por parte de un compatriota ante un
público extranjero había cauterizado el espíritu sensible de Béchamp y lo había
motivado a responder a los plagios de Pasteur. Como escribe en el prefacio de “Los
Microzymas” (página 8): ‘¡Ya es hora de
hablar!’”. (7)
(…) “Antoine Béchamp estaba realmente
experimentando la rigurosa disciplina de la que habla el filósofo chino Mencio:
‘Cuando
el Cielo exige de un hombre un gran trabajo en este mundo, hace que le duela el
corazón, que se cansen sus músculos, que su estómago se vacíe y su mente se
desilusione; porque estas experiencias expanden su corazón para amar al mundo
entero y fortalecen su voluntad para seguir luchando donde otros caen por el
camino’.
(…) “Hasta el final, su brillante intelecto no
se vio afectado. Patriarcal en dignidad, siempre estuvo dispuesto a discutir
teorías antiguas y nuevas y a explicar sus propias ideas científicas. Aunque la
tristeza y la desilusión le habían robado su alegría natural, no estaba de
ninguna manera amargado por la falta de reconocimiento popular. Sintió que su
trabajo resistiría la prueba de la investigación, que gradualmente su enseñanza
se probaría verdadera y que el veredicto de los siglos venideros no podría
dejar de elevarlo a su lugar apropiado. Incluso más indiferente fue a la falta
de riquezas. Para él, el trabajo era su propia recompensa, y el éxito se
definía por los resultados del trabajo y no por el beneficio financiero, que en
la mayoría de los casos recaía en plagiarios y charlatanes, a expensas de
hombres de verdadero valor.”
(…) “Bien predice la revista Moniteur
Scientifique (Monitor Científico) que el tiempo hará justicia a sus
descubrimientos y que una vez que los actores vivos hayan dejado el escenario y
el juicio imparcial haya entrado en juego, el genio de Béchamp se revelará al
mundo.
Enseñó aquello que era
maravilloso y complejo, como los son todas las obras de la Naturaleza, y la
ignorancia pública, por el contrario, trató de aferrarse a lo que era simple y
crudo. Pero el error, al llevar dentro de sí el cáncer de la destrucción, se desmorona
paulatinamente.
Ya
surge la necesidad de una solución más sensata para las enfermedades que los
simples ataques violentos contra los microbios venenosos, y una explicación más
completa de los procesos biológicos del crecimiento y la liquidación, de la
vida y la muerte.
¿Y a quién debería dirigirse el mundo, sino al
inspirador de lo que era correcto en la enseñanza de Pasteur, al verdadero
revelador del misterio de la fermentación, al exponente del papel de los
organismos invisibles, al químico, al naturalista, al biólogo y al médico,
profesor Antoine Béchamp?” (8)
___________________
(1)
HUME,
Ethel Douglas. ¿BÉCHAMP O PASTEUR? Un Capítulo Perdido en la Historia de la
Biología. Basado en un manuscrito del Dr. Montague R. Leverson, M.A., Ph.D.
Publicado por primera vez en 1923 y revisado en ediciones posteriores. Pág.36
(2)
PEARSON.
R. B. PASTEUR: PLAGIARIO, IMPOSTOR. (o
“el sueño y la mentira de Louis Pasteur”) la teoría de germen refutada.
Publicado por primera vez en 1942. Págs. 4-7
(3)
HUME,
Ethel Douglas. ¿BÉCHAMP O PASTEUR? Un Capítulo Perdido en la Historia de la
Biología. Basado en un manuscrito del Dr. Montague R. Leverson, M.A., Ph.D. Págs.
12-15
(4)
Ibídem.
Págs. 19-20
(5)
Ibídem.
Págs. 23-24
(6)
Ibídem.
Págs. 26-27
(7)
Ibídem.
Págs. 28-31
(8)
Ibídem.
Págs. 34-36
Puedes acceder a las fuentes, aquí:
PASTEUR: PLAGIARIO, IMPOSTOR. (o “el sueño y la mentira de Louis Pasteur”) la teoría de germen refutada. R. B. PEARSON. Publicado por primera vez en 1942.
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