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martes, 19 de mayo de 2020


LA TEORÍA DEL GERMEN REFUTADA (Parte 2)
DEL SUEÑO Y LA MENTIRA DE LOUIS PASTEUR HACIA UN PARADIGMA DIFERENTE SOBRE EL CUERPO Y LA SALUD


La historia previa de la “teoría de los gérmenes”








Si se explora la historia de la profesión médica y las diversas ideas sobre la causa de la enfermedad que tenían los médicos líderes antes de que Pasteur promulgara su notoria “teoría de los gérmenes”, se encontrarán convincentes evidencias de que Pasteur no descubrió nada, y que deliberadamente se apropió, falsificó y pervirtió el trabajo de otro hombre.

La así llamada “teoría de los gérmenes”, era anterior a Pasteur. De hecho, era tan anterior, que pudo presentarla como nueva. ¡Y se salió con la suya! 

F. Harrison, profesor principal de Bacteriología en el Colegio Macdonald (de la Facultad de Agricultura, en la Universidad de McGill), en Quebec, Canadá, escribió una Revisión Histórica de Microbiología, publicada en Microbiología, un libro de texto, en el que dice en parte:

‘Geronimo Fracastorio (un poeta y médico italiano, 1483 - 1553) de Verona, publicó una obra (De Contagionibus et Contagiosis Morbis, et Eorum Curatione) en Venecia en 1546 que contenía la primera declaración de la verdadera naturaleza del contagio, la infección, u organismos patógenos y de los modos de transmisión de las enfermedades infecciosas. Dividió las enfermedades en aquellas que infectan por contacto inmediato, a través de agentes intermedios o a distancia por el aire. Los organismos que causan enfermedades, llamados seminaria contagionum, se supone que son de naturaleza viscosa o glutinosa, similares a los estados coloidales de las sustancias descritas por los químicos físicos modernos. Estas partículas, demasiado pequeñas para ser vistas, fueron capaces de reproducirse en los medios apropiados, y se volvieron patógenas a través de la acción del calor animal. Así, Fracastorio, a mediados del siglo XVI, nos dio un bosquejo de procesos morbosos en términos de microbiología.’

Para un libro publicado más de trescientos años antes de que Pasteur “descubriera” la teoría de los gérmenes, esta parece ser una anticipación asombrosa de las ideas de Pasteur, excepto que, al no tener un microscopio, Fracastorio aparentemente no se dio cuenta de que estas sustancias podrían ser organismos vivientes individuales.

Según Harrison, el primer microscopio compuesto se fabricó por H. Jansen en 1590 en Holanda, pero no fue hasta alrededor de 1683 que se construyó algo con suficiente poder para mostrar las bacterias. 

  Continúa: 

“En el año 1683, Antonius van Leenwenhoek, un naturalista holandés y fabricante de lentes, comunicó a la Real Sociedad Inglesa los resultados de las observaciones que había realizado con un simple microscopio de su propia construcción, aumentando de 100 a 150 veces. Encontró en el agua, la saliva, el sarro dental, etc., entidades a las que llamó animalcula. Describió lo que vio, y en sus dibujos mostró dos formas, varillas y espiral, ambas con motilidad. Con toda probabilidad, las dos especies que vio fueron las ahora reconocidas como bacillus buccalis maximus y spirillum sputigenum.

Las observaciones de Leenwenhoek eran puramente objetivas y en marcado contraste con las opiniones especulativas del Sr. A. Plenciz, un médico vienés, que en 1762 publicó una teoría de los gérmenes de las enfermedades infecciosas. Plenciz sostuvo que había un organismo especial por el cual se producía cada enfermedad infecciosa, que los microorganismos podían reproducirse fuera del cuerpo y que el aire podía transportarlos de un lugar a otro.”

Aquí está el gran pensamiento de Pasteur en su totalidad, su completa teoría de los gérmenes, ¡y sin embargo se imprimió más de un siglo antes de que Pasteur “lo pensara” y lo publicara como propio! 

Obsérvese cuán concisamente anticipa todas las ideas de Pasteur sobre los gérmenes. Si bien parece que no hay pruebas de que Plenciz tuviera un microscopio, o conociera los animalcula de Leenwenhoek, ambas cosas son posibles, y de hecho muy probables, ya que era un personaje bastante prominente; y él, en lugar de Pasteur, debería ser el que recibiera el crédito que pudiera provenir de tal descubrimiento, si es que la teoría de los gérmenes tiene algún valor. Esta idea, que, al menos para la gente de aquella época, debe haber explicado fácil y completamente acontecimientos tan extraños como el contagio, la infección y las epidemias, habría sido ampliamente discutida en los círculos médicos y científicos de la época, y en la literatura que estaba a disposición de Pasteur. 

Que era ampliamente conocida se indica por el hecho de que la mundialmente famosa enfermera inglesa, Florence Nightingale, publicó un ataque contra la idea en 1860, más de 17 años antes de Pasteur la adoptara y reclamara como propia.

Ella dijo de la “infección” (Notas sobre Enfermería, 1ª edición, 1860, página 32):

“Las enfermedades no son individuos dispuestos en clases, como perros y gatos, sino condiciones que crecen unas de otras. 

'¿No es vivir en un continuo error el hecho de considerar a las enfermedades, tal como ahora lo hacemos, como entidades separadas, que deben existir, como los gatos y los perros, en lugar de considerarlas como estados o condiciones, como un estado de suciedad y de limpieza, y como otras muchas cosas bajo nuestro propio control? ¿No sería mejor considerarlas como las reacciones de la bondadosa Naturaleza contra los estados o condiciones en los que nosotros mismos nos hemos colocado?

Fui criada por hombres científicos y por mujeres ignorantes para claramente creer que la viruela era algo de lo que una vez hubo un espécimen en el mundo, algo parecido a decir que una vez hubo un primer perro (o par de perros), y que este espécimen siguió propagándose en una perpetua cadena de descendencia. Pero esa viruela no se puede comenzar a sí misma, como no se puede comenzar a sí mismo un perro sin haber tenido un perro padre.   

Desde entonces he visto con mis ojos y olido con mi nariz a la viruela creciendo en primeros especímenes, ya sea en habitaciones cerradas o en salas superpobladas, donde de ningún modo podía haber sido “pillada”, sino que tuvo que haber comenzado allí. Es más, he visto enfermedades comenzar, crecer y transformarse en otra enfermedad distinta. Ahora bien, los perros no se convierten en gatos. He visto, por ejemplo, con un poco de hacinamiento, fiebre continuada crecer, y con un poco más, fiebre tifoidea, y con un poco más, tifus y todo en la misma sala o barracón. Pues las enfermedades, como lo muestra toda experiencia, son adjetivos, no nombres sustantivos.

- La verdadera enfermería ignora la infección, excepto para prevenirla. La limpieza y el aire fresco de las ventanas abiertas, con una atención incesante hacia el paciente, son la única defensa que una verdadera enfermera hace o necesita. 

  - El manejo sabio y humano del paciente es la mejor protección contra la infección. La mayor parte de la enfermería consiste en preservar la limpieza.

  - La doctrina específica de la enfermedad es el gran refugio de mentes débiles, incultas e inestables, como las que ahora gobiernan en la profesión médica. No hay enfermedades específicas; hay condiciones específicas de enfermedad.'

  Aquí tienes a Florence Nightingale, la enfermera más famosa de la historia, después de una larga experiencia de infección, contagio y epidemias, desafiando la teoría de los gérmenes 17 años antes de que Pasteur la presentara como su propio descubrimiento. (ver el capítulo 8, página 50). 

  Ahora, para ver lo parásito que era Pasteur para los hombres que hacían cosas, déjenos hacer una digresión y retroceder algunos años, hasta el momento en que el estudio de los gérmenes era una consecuencia del estudio de la fermentación.”


EL MISTERIO DE LA FERMENTACIÓN. UNA BABEL DE TEORÍAS.

“Alrededor de 1854, el profesor Pierre Jacques Antoine Béchamp, uno de los mejores científicos de Francia, luego profesor en la Facultad de Farmacia de la Facultad de Ciencias de Estrasburgo, más tarde (1857-1875) profesor de Química Médica y Farmacia en la Universidad de Montpelier, miembro de muchas sociedades científicas, y un Caballero de la Legión de Honor, tomó el estudio de la fermentación.

Había logrado en 1852 reducir el costo de la producción de anilina haciéndolo un éxito comercial, y su fórmula se convirtió en la base de la industria del tinte alemán. Esto le trajo algo de fama, y muchos más problemas para resolver. (1)

(…) “Tres problemas primordiales afrontaban los investigadores científicos de la época:

  1. ¿Qué es la materia viva, este “protoplasma” (así llamado por las palabras griegas que significan primero y formado)? ¿Es un mero compuesto químico?

  2. ¿Cómo se produce? ¿Puede surgir de manera espontánea o debe derivarse siempre de una vida preexistente? 

  3. ¿Qué es lo que causa que la materia experimente el cambio conocido como “fermentación”?

¿Qué es la materia viva? 

“Simplemente existía la vaga explicación de que el protoplasma es la materia viva a partir de la cual se forman todos los tipos de seres vivos y a cuyas propiedades se remiten todos en última instancia.

Se creía en una sustancia llamada albúmina, cuya mejor representación era el blanco del huevo, que se decía que se mezclaba con ciertos minerales y otras materias sin que cambie su propia naturaleza. J. Dumas demostró que tales “albuminoides” no comprenden una cosa específica, sino muchos cuerpos diferentes; pero prevaleció la opinión contraria, y para tales sustancias se adoptó el término “protoplasma” como un término conveniente.

Era “la base física de la vida”, según Huxley.  (…) Charles Robin lo consideró como del tipo de los mucoides, es decir, como moco, el cual estaba tan envuelto en misterio que Oken lo llamó Urschleim (limo primordial), y el botánico Hugo Mohl lo identificó con el protoplasma, ¡dignificando así el moco como base física de todas las cosas vivientes!

Charles Robin siguió la misma opinión y dio el nombre de blastéme, de la palabra griega que significa brotar, a la supuesta fuente primordial de las formas de vida. Esto no era más que la vieja idea de la materia viva, ya se llame protoplasma o blastéme. Una célula, una fibra, un tejido, cualquier elemento anatómico, se consideraba que estaba vivo simplemente porque estaba formado por esta sustancia primordial. Se decía que la organización era su “modificación más excelente”.

En resumen, se suponía que la materia sin forma era la fuente de todas las formas de vida organizadas. En una especie de desesperación de cualquier demostración experimental de organización y vida, se inventó un nombre para una sustancia hipotética mágicamente viva, aunque estructuralmente deficiente. La imaginación jugó más parte en tal teoría que la deducción a partir evidencias tangibles. Así nos encontramos con que el médico Bichat no pudo aceptar tal explicación, y declaró que las partes vivas de un ser vivo eran los órganos formados a partir de los tejidos.

Se dio un gran paso cuando Virchow pensó que veía a la célula en proceso de construcción, es decir, estructurada, y así saltó a la conclusión de que existe por sí misma y es la unidad de la vida, de la cual proceden todas las formas organizadas de seres desarrollados.

Pero aquí surgió una dificultad, ya que la célula resultó tan transitoria como cualquier otro elemento anatómico. Así, muchos científicos volvieron a la creencia en la materia no estructurada primordial, y la opinión empezó entonces a oscilar entre los puntos de vista sostenidos por los “celularistas” y los “protoplasmistas”, a medida que ambas facciones rivales empezaron a darse a conocer. La confusión reinó entre las teorías en conflicto mientras luchaban por explicar cómo un compuesto puramente químico, o una mezcla de tales compuestos, podía considerarse como viviente, y se le atribuían todo tipo de poderes de modificación y transformación, por lo que ya no había que seguir preocupándose.

Mejor, consideremos el segundo problema que enfrentaron Béchamp y Pasteur cuando comenzaron a trabajar:

¿Cómo surge esta misteriosa sustancia viviente? ¿Puede surgir de manera espontánea o debe derivarse siempre de una vida preexistente?

(…) Los campos opuestos de pensamiento se dividieron principalmente en los seguidores de dos sacerdotes del siglo dieciocho; Needham, que afirmó que el calor era suficiente para producir un animal de materia putrescible, y Spallanzani, que negó su aparición en recipientes herméticamente sellados. Los primeros fueron llamados abiogenistas por su creencia de que la vida organizada está en constante estado de emergencia a partir de fuentes químicas, mientras que los segundos fueron nombrados panspermistas debido a su teoría de una difusión general de gérmenes de vida, originalmente creados en una época primigenia. (2)

(…) “¿Qué causa que la materia experimente el cambio conocido como fermentación?

“Hasta ahora, prevalecía la idea de que el azúcar de caña, cuando se disolvía en agua, se transformaba espontáneamente a una temperatura normal en azúcar invertido, que es una mezcla de glucosa y fructosa a partes iguales, pero un experimento con almidón le hizo dudar de la verdad de esta idea.

En mayo de 1854, Béchamp llevó a cabo una serie de observaciones sobre este cambio, que pasó a denominarse su “Experimento Beacon”. En este experimento, disolvió el azúcar de caña perfectamente puro en agua en una botella de vidrio que contenía aire, pero con un tapón hermético. Varias otras botellas contenían la misma solución, pero con un químico agregado.

En la solución sin ninguna sustancia química añadida, aparecieron mohos en aproximadamente treinta días, y la inversión del azúcar en esta botella continuó rápidamente, pero los mohos y la inversión no ocurrieron en las otras botellas que contenían sustancias químicas añadidas. Midió la inversión frecuentemente con un polariscopio.



Estas observaciones concluyeron el 3 de febrero de 1855 y su trabajo fue publicado en el Informe de la Academia Francesa de Ciencias para la sesión del 19 de febrero de 1855. (Las Actas de la Academia de Ciencias, 40, página 436).

Esto dejó a los mohos sin explicación, por lo que comenzó una segunda serie de observaciones el 25 de junio de 1856 (en Estrasburgo) para determinar su origen, y el 27 de marzo de 1857, comenzó una tercera serie de frascos para estudiar los efectos de la creosota en los cambios. Ambas series se terminaron en Montpelier el 5 de diciembre de 1857.

En la segunda serie derramó un poco de líquido de los matraces 1 y 2 durante la manipulación, por lo que estos dos matraces contuvieron un poco de aire en contacto con el líquido. En estos dos frascos, pronto aparecieron mohos, y se produjo una alteración en el medio. 

También descubrió que los cambios eran más rápidos en el matraz en el que el moho crecía más rápidamente.

En los otros nueve frascos no había aire, no se formó moho, y no se produjo ninguna inversión del azúcar; claramente se necesitaba aire para que ocurrieran los mohos y la inversión. Esto demostró
más allá de cualquier posibilidad de duda de que los mohos y la inversión del azúcar no podían ser una acción “espontánea”, sino que se debía a algo en el aire admitido en los dos primeros matraces.

Sin embargo, Pasteur llamó a la fermentación, “vida sin aire, o vida sin oxígeno.” (Enciclopedia Británica, 11ª edición 10, página 275).

En este momento, se creía generalmente que la fermentación no podía tener lugar excepto en presencia de albuminoides, que eran de uso general por Pasteur y otros como parte de sus soluciones. Por lo tanto, sus soluciones podrían haber contenido estas organizaciones vivientes para empezar.

Las soluciones de Béchamp contenían solo azúcar de caña puro y agua, y cuando se calentaba con cal fresca no apagaba el amoníaco, una prueba suficiente de que no contenían albúmina. Sin embargo, los mohos, obviamente organismos vivos, y por lo tanto que contienen materia albuminoide, habían aparecido en estas dos soluciones.

Béchamp demostró a su propia satisfacción que estos mohos eran organismos vivos y que el azúcar de caña estaba invertido, como dijo,

  “...solo en proporción al desarrollo de mohos...estas vegetaciones elementales actúan entonces como fermentos.” (Las Actas de la Academia de Ciencias, 46, página 44).   (3)

“Como Pasteur es reconocido como el primero en haber aclarado el fenómeno de la fermentación, además de ser valorado como quien derrocó la teoría de la generación espontánea, permítasenos ahora, en lugar de confiar en esto, recurrir a los viejos documentos científicos franceses y ver por nosotros mismos lo que Pasteur tenía que decir en el año 1857.

(…) A pesar del trabajo realizado por Cagniard de Latour, Schwann y otros, prevalecía la idea de que las materias animales y vegetales pueden alterarse espontáneamente, mientras que la autoridad del famoso químico alemán Liebig tuvo peso cuando afirmó que la levadura induce la fermentación en virtud de su progresiva alteración en el agua al contacto con el aire (“Tratado de Química Orgánica”, traducido por Ch. Gerhardt, Introducción, página 27. 1840). Otro alemán llamado Ludersdorff, así lo sabemos por Béchamp, (“Los Grandes Problemas Médicos”, Antoine Béchamp, página 62), había llevado a cabo experimentos para demostrar que la levadura fermenta el azúcar porque está viva y organizada. Se publicó un informe en el cuarto volumen del “Tratado de Química Orgánica”, que apareció en 1856. 

Ahora examinemos la contribución de Pasteur a este tema al año siguiente, ya que en esa fecha el consenso general le atribuye una explicación completa de la fermentación. 

Su yerno nos dice (“La Vida de Pasteur”, página 83) que fue en agosto de 1857, tras experimentar con leche agria, cuando Pasteur hizo su primera declaración sobre el tema de la fermentación láctica a la Sociedad Científica de Lille.

(…) El experimento consistía en que Pasteur tomaba la sustancia desarrollada en la fermentación ordinaria, nutrida con azúcar, caliza, caseína o fibrina, y gluten (una sustancia orgánica presente en los cereales) y la colocaba en caldo de levadura (una solución compleja de materia albuminoide y mineral), en el que había disuelto un poco de azúcar y había añadido un poco de caliza.

No había nada nuevo en el procedimiento, como señala Béchamp (“Los Grandes Problemas Médicos”, Antoine Béchamp, página 56); era el mismo experimento que Liebig había realizado unos dieciséis o diecisiete años antes. Sin embargo, a diferencia de Liebig, no ignoró el examen microscópico y, por lo tanto, realizó observaciones que el químico alemán había omitido. Así, Pasteur puede decirnos que se obtiene un fermento láctico que, bajo el microscopio, tiene la apariencia de pequeños glóbulos, que llamó “levadura láctica”, sin duda debido a su parecido con la levadura, aunque en este caso los pequeños glóbulos eran mucho más pequeños. En resumen, vio el diminuto organismo conocido hoy como la causa de la fermentación del ácido láctico.

Ahora vayamos a su notable explicación del fenómeno. Él nos dice que no es necesario introducir el fermento láctico para prepararlo, ya que: “nace espontáneamente, tan fácilmente como la levadura de cerveza, cada vez que las condiciones son favorables” (“elle prend naissance spontanément avec autant de facilité que la levure de bière toutes les fois que les conditions sont favorables”. Anales de Química y Física, 3ª serie, 52, página 413).

Esta afirmación seguramente demuestra la creencia de Pasteur en la generación espontánea de la levadura de cerveza y de lo que él llamó “levadura láctica”. Queda por ver cuáles son las “condiciones favorables” según su enseñanza.

Poco después nos dice: “Estos glóbulos de levadura láctica nacen espontáneamente en el cuerpo del líquido albuminoide proporcionado por la parte soluble de la levadura (de cerveza).” (“Les globules prennent naissance spontanément au sein du liquide albuminoid fourni par la partie soluble de la levure.” Anales de Química y Física, 3ª serie, 52, página 415).

Ciertamente en esto no hay nada que eche por tierra la creencia general en la generación espontánea. Pero, para ser justos, no debemos pasar por alto una nota que agregó a la edición completa de su memoria, como la encontramos en los “Anales de Química y de Física“ (Anales de Química y de Física, 3ª serie, 52, página 413). Antes de que apareciera este informe en abril de 1858, el Profesor Béchamp, había proporcionado a la Academia de Ciencias de Francia una explicación esclarecedora del origen de los fermentos. Frente a las opiniones irrefutables de Béchamp, Pasteur pudo haber pensado que era sensato agregar una salvedad a una memoria que de principio a fin no tenía solución que ofrecer en cuanto a la aparición de los mohos, salvo la del origen espontáneo. 

Por lo tanto, junto a la frase “esta (levadura láctica) nace espontáneamente tan fácilmente como la levadura de la cerveza” vemos un asterisco y, mirando abajo, encontramos una nota a pie de página en la que dice que usa la palabra “espontáneamente” como “la expresión de un hecho”, pero reservando la cuestión de la generación espontánea. (“Je me sers de ce mot comme expression du fait, en réservant complètement la question de la génération spontanée”). Ciertamente, cualquier negación está completamente excluida de esta memoria, con su afirmación de la aparición espontánea de la levadura de la cerveza y la “levadura láctica”. En lo que Pasteur se diferenció de los otros abiogenistas fue en no intentar explicar tal maravilla. 

Sus seguidores, haciendo caso omiso de la confusión de sus puntos de vista, se han aprovechado de la declaración final en esta misma memoria como una vindicación triunfante de la exactitud de su enseñanza, ya que dijo:

“La fermentación demuestra ser correlativa de la vida, de la organización de los glóbulos, no de la muerte y la putrefacción de estos glóbulos; es más, ni siquiera parece un fenómeno de contacto.” (Anales de Química y de Física, 3ª serie, 52, página 418).

Pero esto solo era lo que otros habían dicho y habían querido probar de alguna manera años antes que él. Tan carente estaba de pruebas que tuvo que admitir lo siguiente con respecto a su hipótesis, que “la nueva levadura está organizada, que es un ser vivo”, es decir: “Si alguien me dice que en estas conclusiones voy más allá de los hechos, respondo que esto es cierto, en el sentido de que francamente me asocio con un orden de ideas que, para decirlo correctamente, no puede demostrarse irrefutablemente.” (Anales de Química y de Física, 3ª serie, 52, página 417).

Por lo tanto, tenemos en palabras del propio Pasteur su confesión de que no lograba comprender un problema que el profesor Béchamp ya había resuelto demostrándolo irrefutablemente con sus experimentos. La razón por la que Pasteur es merecedor de crédito por demostrar algo que él mismo admitió no poder demostrar, es un misterio para el buscador de la precisión histórica tanto como lo fue el fenómeno de la fermentación para Pasteur. (4)

“En cualquier caso, la mente crítica pregunta inmediatamente: ¿Cómo puede la fermentación ser explicada como un acto vital por la operación de un organismo muerto; o por la conversión en glóbulos de su parte soluble, sea lo que sea que eso signifique; o ¿por alteración espontánea? No es de extrañar que Béchamp comente (“Los Grandes Problemas Médicos”, página 60):

  ‘¡Los experimentos de Pasteur eran tan azarosos que él, que reconoció con Cagniard de Latour el hecho de la organización y la vida de la levadura, hirvió a este ser vivo para estudiar su parte soluble!’

(…) El punto principal que debe señalarse es que, como Pasteur hizo uso de estos experimentos con sustancias que contenían vida, como el caldo de levadura, etc., no pudieron, en ningún caso, proporcionar evidencia en cuanto a la pregunta principal en juego; a saber, si la vida podía surgir en un medio puramente químico. Pasteur no tocó ese tema en lo más mínimo durante 1857. Si solo contáramos con la explicación que ese año dio de la fermentación, tendríamos una rara concepción del fenómeno. Deberíamos creer en la generación espontánea de los fermentos alcohólico, láctico y otros. Deberíamos quedar desconcertados al comprender cómo la fermentación puede ser un acto vital y, sin embargo, ser afectada por organismos muertos.

En cuanto al origen aerotransportado de los fermentos no deberíamos tener ni la más mínima noción, pues, en lo que a Pasteur se refiere, o ignoraba el tema o ignoró la verdad propuesta por otros, particularmente por el alemán Schwann. Pasteur pasó muy por encima sobre el tema del contacto con el aire que tuvieron sus experimentos, porque su objetivo era refutar la teoría de Liebig de que la alteración del caldo de levadura se debía a una oxidación por el aire, y parecía no tener ni idea del importante papel que el aire podía jugar en el proceso, aunque por una razón muy diferente a la que imaginaba Liebig. (5)

(…) “En 1855 y en 1857 se presentaron a la Academia Francesa de Ciencias memorias que se convertirían en un referente para la ciencia futura, y ahora casi un siglo después, ya es hora de que reciban el crédito que merecen.

(...) Volvamos al resultado del trabajo realizado en un silencioso laboratorio por alguien que, desafortunadamente para el mundo, no era un experto en las artes de la política o la publicidad, y estaba demasiado inmerso en sus descubrimientos para preocuparse por sus derechos de propiedad sobre los mismos.

Vamos a abrir otra vez los viejos documentos franceses y veamos por nosotros mismos lo que dijo el profesor Antoine Béchamp sobre el tema de la fermentación. 

(…) En aquellos días, la materia orgánica derivada de los cuerpos vivos, ya fueran vegetales o animales, se consideraba muerta y, según los puntos de vista sostenidos en ese momento, susceptible por tanto de alteración espontánea. 

Luego de varios experimentos realizados por Béchamp, entre 1854 y 1857, el resultado global fue confirmar que: “El agua fría modifica el azúcar de caña solo en proporción al desarrollo de los mohos, estas vegetaciones elementales que entonces actúan como fermentos” (Las Actas, 46, página 44).

Aquí, de un solo golpe, se derribó la teoría de la transformación por la acción del agua; el cambio conocido como fermentación se declara como debido al crecimiento de organismos vivos. 

Además, se demostró que: “Los mohos no se desarrollan cuando no hay contacto con el aire y que entonces no ocurre ningún cambio en el poder de rotación.” 

Y también que: “Las soluciones que han entrado en contacto con el aire varían proporcionalmente al desarrollo de los mohos.”

La necesidad de la presencia de estos organismos vivos para los procesos de fermentación se demostró así claramente. Béchamp explicó además la acción de los mohos:

“Actúan igual que los fermentos. ¿De dónde viene el fermento?   En estas soluciones no existía ninguna sustancia albuminoide; estaban hechas con azúcar de caña pura, que, calentado con cal fresca, no produce amoníaco. Por lo tanto, parece evidente que los gérmenes transportados por el aire encontraron en la solución azucarada un medio favorable para su desarrollo, y debe deducirse que el fermento se produce por la generación de hongos”.



Aquí, en contradicción directa con el informe de Pasteur sobre el origen espontáneo de la levadura de cerveza y otros organismos, Béchamp dio la prueba del concepto de Schwann de gérmenes aéreos y además especificó que la levadura pertenece al orden de los hongos. 

(…) Tenía otra explicación definitiva sobre la acción de los mohos, a saber: “La transformación que experimenta el azúcar de caña en presencia de mohos puede compararse con la que se produce en el almidón por la diastasa.”

Esta conclusión particular, nos dice, tenía una enorme influencia en el tema, y era una idea tan novedosa en esa época que Pasteur, incluso más tarde, la ignoró y la negó. (“Los Microzymas”, Antoine Béchamp, página 57).

Béchamp explicó además que: “... el agua fría no actúa sobre el azúcar de caña, salvo cuando los mohos pueden desarrollarse en él; en otras palabras, la transformación se debe a una verdadera fermentación y al desarrollo de un ácido que es consecutivo a la aparición del fermento.”

Entonces, fue por los ácidos engendrados por los mohos que explicó el proceso de fermentación. Sacó muchas más conclusiones de los efectos de diversas sales sobre las soluciones. 

Si Lord Lister hubiera seguido las enseñanzas de Béchamp en vez de las de Pasteur, se habría ahorrado la posterior y honesta retractación de su invento, el aerosol carbólico, que resultó fatal para muchos pacientes. (6)


Aerosolizador de Lister usado en las intervenciones quirúrgicas. El grabado de la izquierda muestra como era usado durante la intervención. La solución de carbólico estaba en la jarra de cristal. La caldera contenía agua que era calentada por un mechero de alcohol para vaporizarla. El vapor salía por un tubo que se comunicaba con la jarra conteniendo el carbólico lo que causaba un efecto succión originándose el aerosol. Al final de una intervención todo el mundo acababa mareado y con dermatitis provocada por el fenol. Incluso se daban casos de nefritis. Con el tiempo se demostró que el nivel de microorganismos aéreos era muy bajo si el quirófano era limpiado previamente, por lo que el aerosolizador de Lister cayó en desuso. (https://naukas.com/2012/03/16/joseph-lister-bacterias-fenol-aerosoles-y-colutorios/)


“Así vemos que, en 1857, cuando la fermentación era un misterio tan completo que Pasteur, trabajando con materias albuminoides, incluida la levadura muerta, consideraba a esta levadura y a otros organismos como productos de generación espontánea, Béchamp había disipado toda incertidumbre sobre el tema. 

  Resumiendo, enseñó que:

1)      que el azúcar de caña era un principio inmediato inalterable por solución en agua.

2)      que el aire no tenía ningún efecto sobre él, pero que debido a que transporta organismos vivos, el efecto aparente del aire era de suma importancia. 

3)      que estos organismos, insolubles en sí mismos, provocaron el proceso de fermentación por medio de los ácidos que generaron; estos ácidos fueron considerados como los fermentos solubles.

4)      que la forma de prevenir la invasión de organismos en la solución azucarada era creosotar ligeramente el medio al principio; pero si los organismos habían aparecido antes de que se añadiera la creosota, demostró que su posterior adición no tendría poder para detener su desarrollo y la consecuente inversión del azúcar.” (7)

“(…) Así vemos cuán clara y completa fue la explicación de Béchamp sobre la fermentación ya en el año 1857. Demostró que se debía a los procesos vitales de organismos vivos tan diminutos que requerían un microscopio para verlos y, en el caso de sus soluciones azucaradas, demostró que eran transportados por el aire. No solo fue claramente el primero en resolver el problema; su descubrimiento inicial también debía conducirlo mucho más lejos, lamentablemente mucho más allá de la comprensión de aquellos que, careciendo de su entendimiento, se obsesionaron con la idea de los organismos atmosféricos. 

Pero antes de proceder a profundizar en las enseñanzas de Béchamp, detengámonos y regresemos a Pasteur, y veamos cómo su obra se vio afectada por el gran faro con el que su rival había iluminado la ciencia.

¿Quién demostró que la fermentación en un medio químico se debe a organismos vivos transportados por el aire, Béchamp o Pasteur?

Béchamp - 1855 y 1857 1855 (Las Actas 40, página 436) y 1857 (Las Actas 46, página 44 y “Anales de Química y Física”, 3ª serie, 54, página 28)

Experimentos sobre azúcar de caña perfectamente puro en agua destilada, con o sin la adición de diferentes sales, (aire en algunos casos excluido, en otros admitido). 

Conclusiones: 
1) Que la inversión de azúcar de caña se debe a mohos, que son organismos vivos, transportados por el aire, y cuya influencia sobre el azúcar de caña puede compararse con la ejercida sobre el almidón por la diastasa.

2) Que la creosota previene la invasión por los mohos, aunque no impide su desarrollo una vez establecidos. 

Corolario: Esa fue la primera explicación clara y la prueba del misterio de la fermentación, y el fundamento básico del conocimiento de los antisépticos.


 Pasteur - 1857 - Fermentación láctica (Las Actas 45, página 913).

Conclusiones:
Un fermento láctico nace espontáneamente, tan fácilmente como la levadura de cerveza, en el cuerpo del líquido albuminoide proporcionado por la parte soluble de la levadura. El fermento láctico es un ser vivo, aunque esta conclusión se encuentra dentro de un orden de cosas que no puede ser irrefutablemente demostrado.

Fermentación alcohólica (Las Actas 45, página 1032 y “Anales de Química y Física”, 3ª serie, 52, página 404).

Conclusiones:  
En la levadura de cerveza no son los glóbulos los que juegan el papel principal, sino la conversión en glóbulos de su parte soluble, ya que los glóbulos se pueden matar a una temperatura de 100°C cuando la fermentación tiene lugar espontáneamente. La división del azúcar en alcohol y en ácido carbónico es un acto correlativo de un fenómeno vital.

Corolario: Las sustancias albuminoides utilizadas en estos experimentos anularon el intento de investigar el misterio de los cambios en un medio puramente químico. Se decía que el origen de los fermentos era espontáneo, y aunque se declaró que la fermentación era un acto vital, se utilizó levadura muerta y se declaró que las conclusiones en general estaban fuera del alcance de la prueba. (8)

(…) “Donde el trabajo de Pasteur presentó mayor similitud con el de Béchamp fue en un experimento registrado entre los informes de la Academia Francesa de Ciencias en febrero de 1859, más de un año después de la publicación del Experimento Beacon de Béchamp. Por lo tanto, desde el punto de vista de la fecha, de ninguna manera rechaza la reclamación de la prioridad de Béchamp en explicar claramente la fermentación; de hecho, parece haber sido inspirado por las observaciones de Béchamp, ya que encontramos que Pasteur aquí omitió usar el caldo de levadura como su medio y atribuyó el origen de la levadura láctica al aire atmosférico. (9)

Béchamp sostiene que las deducciones de Pasteur prueban su falta de comprensión real de: “los fenómenos químicos y fisiológicos de transformación, llamados fermentación, que son procesos de nutrición, es decir, de digestión, seguidos de absorción, asimilación, excreción, etc., y  su falta de comprensión del organismo viviente y de cómo sería: “... en fin reproducirse si se cumplen todas las condiciones que dependen de la nutrición.” (“La Sangre”, Antoine Béchamp, prefacio, página 41). (10)

“Solo nos referiremos a las “Lecciones sobre la Fermentación del vino ”del profesor Béchamp, un trabajo publicado en 1863, antes de su verdadera demostración explicativa del fenómeno. En este libro están los puntos de vista de Béchamp, que en cuanto a revelaciones científicas siempre tuvo cuidado de llevar a la práctica el tema de honrar el debido honor.

“Uno solo puede tener ideas inspiradas o ideas comunicadas, y trabajando sobre unas y otras es como se conciben nuevas ideas. Es por eso que un buscador de la verdad debe dar crédito a las ideas de aquellos que le precedieron en su trabajo, porque ellos, grandes o pequeños, tuvieron que esforzarse, y en ello radica su mérito, para llevar su parte de verdad al mundo. No puedo concebir un título superior al derecho de propiedad, porque es esto lo que constituye nuestra personalidad y a menudo nuestro genio, si es verdad que esta sublime prerrogativa, este raro privilegio, no es más que una larga paciencia, fecundada por la chispa que Dios ha puesto en nosotros. Este derecho debe ser tanto más respetado, cuanto que es de la naturaleza de la única riqueza, de la única propiedad, que podemos prodigar sin empobrecernos nosotros mismos. De esta manera, lo gastamos y nos enriquecemos cada vez más.” (“Lecciones sobre la Fermentación y Elaboración del Vino”, Antoine Béchamp, páginas 6, 7).

Desafortunadamente encontramos un gran contraste en Pasteur, quien, desde el principio, según los viejos registros, se arrogaba repetidamente a sí mismo los descubrimientos de Béchamp, comenzando con los de 1857.  (11)

(…) “Manteniendo a todos bien informados de sus actuaciones, en septiembre de 1860 comenzó una gira armado con 73 frascos, que abrió y luego selló sumariamente en diferentes lugares y a distintas altitudes. Los últimos 20 los reservó para el Mar de Hielo, por encima de Chamonix, con el resultado de que en solo uno de los veinte se encontraron los contenidos alterados.

A partir de este momento, el otoño de 1860, Pasteur, el antiguo abiogenista, se desvió hacia un punto de vista completamente opuesto y atribuyó casi todos los fenómenos a la influencia de los gérmenes atmosféricos. 

Sobre estos experimentos pasteurianos, Béchamp escribe: “De su análisis microscópico llega, al igual que Pouchet, a conclusiones de forma imprecisa (sans rien préciser); hay corpúsculos organizados en el polvo acumulado, solo que no puede decir “esto es un huevo, esto es una espora”, pero afirma que hay un número suficiente para explicar todos los casos de la generación de infusorios. Así, Pasteur tomó la posición de explicar por gérmenes del aire todo lo que antes había explicado por generación espontánea (“Los Grandes Problemas Médicos”, Antoine Béchamp, página 13).” (12)

(…) “El profesor Béchamp, en “Los Microzymas” (página 87), no puede resistir aludir a la extraordinaria crítica de Pasteur: “Un químico, al corriente de la ciencia, no debería sorprenderse de que los mohos se desarrollen en agua edulcorada contenida en frascos de vidrio en contacto con el aire. ¡Lo asombroso es el asombro del señor Pasteur! “

Cuando se produjo una guerra de palabras, Pasteur no fue rival para Béchamp, y el primero vio rápidamente que sus propios intereses estarían mejor servidos si pasaba en silencio, en la medida de lo posible, sobre el trabajo de Béchamp. Esta debilidad humana de los celos fue sin duda una de las causas que contribuyeron a que se dejaran de lado importantes descubrimientos que, posteriormente atribuidos a Buchner en 1897 (ver páginas 158, 160, 177, 236), fueron realizados por Béchamp antes de 1864, año en que empleó públicamente por primera vez el nombre de zymasa para el fermento soluble de levaduras y mohos.  (13)

(…) “Está claro que Béchamp fue el primero en dar una prueba tangible no solo del origen aerotransportado de levaduras y mohos, sino también de los medios por los cuales son fisiológica y químicamente activos.  Cuando comenzó a trabajar, no había nada que plagiar, y aun si lo hubiese habido él era un científico demasiado honrado, erudito y meticuloso como para hacerlo. 

¡Lamentablemente, la víctima de los plagiarios fue él, y triste es decirlo, el más importante de los plagiarios parece haber sido el mismo que trató de restar valor a su trabajo y que lleva el famoso nombre de Pasteur!

Las esclarecedoras explicaciones de Béchamp sobre antiguos problemas se hallaron convenientemente disponibles en cuanto Pouchet volvió a poner en primer plano en el centro del interés general la controversia sobre la generación espontánea. Pasteur, aprovechando la oportunidad, entró en el debate y, como comenta Béchamp, siendo las observaciones de Pouchet tan imprecisas como las de Pasteur, no fue difícil para este último salir victorioso, impresionando francamente al mundo de los científicos.

Así, el que había enseñado el origen espontáneo de la levadura y de los microorganismos de todo tipo ahora disertaba con entusiasmo sobre los gérmenes del aire y comenzaba a hacer que la vida fuera sinónimo de organismos atmosféricos. La fermentación no solo era causada por gérmenes preexistentes de origen aerotransportado, de acuerdo con sus nuevos puntos de vista, sino que cada germen inducía su propia forma específica y definida de fermentación.      Aquí chocó con Béchamp, ya que, de acuerdo con la explicación fisiológica de este último, cada microorganismo puede variar su efecto fermentativo en conformidad con el medio en el que se encuentra; incluso puede cambiar de forma, como los investigadores modernos están descubriendo.

Pasteur, sin embargo, procedió a etiquetar cada uno con una función definida e inalterable. En 1861, alegando descubrir un vibrio butírico especial, que pensaba que solo podía vivir sin aire, dividió a los seres vivos en dos clasificaciones, los aerobios y los anaerobios, o aquellos que requieren aire y los que florecen sin él. La fermentación la definió como la vida sin oxígeno.” (14)

(..) “Hasta 1860, las memorias de Pasteur contenían opiniones abiogenistas. Ahora solo corría el año 1863, pero él ya había cambiado su punto de vista; y está claro que, antes de que se hubieran podido aportar pruebas para dilucidar el asunto, Pasteur ya estaba conectando los fermentos del aire con la idea, expresada por anteriores investigadores (Linné, Raspail y otros) de que organismos específicos podrían ser la causa de enfermedades específicas. 

Lo mejor y lo peor de nosotros invariablemente predica contra nuestras propias debilidades individuales; y, por lo tanto, Pasteur cita con razón a un gran escritor que declaró que:

“El mayor trastorno de la mente es creer cosas porque uno desea que así sean.” [ Las Actas 80, página 91 (1875)].

Debía de comprender muy bien este peligro, pues parece que estuvo muy expuesto a él. 

La actitud de Béchamp hacia su trabajo era diametralmente opuesta. No le daba ningún juego a su imaginación hasta que no interrogaba a la Naturaleza. Hasta que no recibía una respuesta directa a una demanda directa, no permitía que su mente se dejara llevar por las posibilidades, e incluso entonces los experimentos puntuaban el curso de sus conclusiones. En resumen, no dirigía a la Naturaleza ni decidía lo que deseaba descubrir. Permitía que la Naturaleza lo dirigiera y hacía que sus descubrimientos siguieran a sus revelaciones“.  (15)

(..) “Pero detengámonos por un momento y consideremos su conferencia pronunciada en la Sorbona: ¿qué hay en ella? Simplemente había atribuido a los gérmenes del aire una misteriosa cualidad, “vida”, que negaba a las partes componentes de los seres animales y vegetales más complicados. Para el origen, la fuente de sus gérmenes atmosféricos, él no proporcionó ninguna explicación, ni tampoco se ha encontrado este origen por sus innumerables seguidores, para quienes la descripción “la vida es un germen y un germen es vida” pronto evolucionaría a “la enfermedad es un germen y un germen es una enfermedad”, un axioma infinitamente más lúgubre. 

¿Fue correcto Pasteur incluso en su negación de la transformación, además de los organismos aéreos? En su propio experimento sobre la carne, tuvo que admitir que esta última se contaminó. Suponer que esto fue causado por algún fallo en la operación, no explica la aparición de microorganismos, en los casos en que no haya gérmenes en el aire que puedan explicar su origen. Así es como la jactancia de Pasteur en su conferencia al dar un “golpe mortal” a la doctrina de la generación espontánea no se ha cumplido realmente. No solo su contemporáneo Pouchet nunca estuvo satisfecho, sino que el trabajo posterior de Gustave le Bon y del Dr. Charlton Bastian afectó para demostrar, de acuerdo con su punto de vista, la producción de seres organizados a partir de la materia inorgánica. (16)

“El Dr. Charlton Bastian da numerosos ejemplos del hallazgo de bacterias en órganos internos de animales y en frutas y verduras, donde demuestra la imposibilidad de una invasión. 

  ¿Pueden los seguidores de Pasteur proporcionar alguna solución al misterio? 

Si no pueden, debe admitirse que Pasteur no asestó ningún “golpe mortal” a la doctrina de la generación espontánea, como se jactaba orgulloso. El dador del golpe o, en cualquier caso, el proveedor de una explicación, aparte de la heterogénesis, no era el químico francés, actuando para un público moderno que incluía a “todo París”, sino un profesor y médico francés que trabajaba arduamente, que también era químico y naturalista, y que participaba poco de la charla porque trabajaba arduamente para arrebatarle nuevos secretos a la Naturaleza. 

Aun admitiendo que él demostró antes que Pasteur, y mucho más a fondo, el papel de los organismos aéreos, todavía puede preguntarse cómo las observaciones de Béchamp iluminaron mejor las profundidades del misterio heterogenético. 

La respuesta a esto es que, en su memoria de 1857, el profesor Béchamp no incluyó algunas de sus observaciones. Su razón para la omisión fue que los resultados que obtuvo parecían demasiado contradictorios para ser precisos. Creyendo que había cometido algún error, dejó de lado estos experimentos en particular por el momento.” (17)

“¡Nada es presa de la muerte; todo es presa de la vida!”

(…) “Fue, sin duda, la habilidad del profesor Béchamp como microscopista, así como la perspicacia del genio, lo que le permitió desde el comienzo de su trabajo observar muchas cosas que otros investigadores ignoraron al utilizar el microscopio; mientras que su cerebro inventivo condujo a una aplicación del polarímetro que lo ayudó enormemente. Sus poderes combinaban en un grado notable la práctica y la teoría. 

Desde el momento de sus primeras observaciones, se dio cuenta rápidamente de la presencia de diminutos objetos microscópicos mucho más pequeños que las células de los organismos que examinó. De ninguna manera fue el primero en observar esto; otros lo habían hecho antes que él, pero a pesar de que les aplicaron nombres como “corpúsculos centelleantes”, “granulaciones moleculares”, etc., nadie fue más sabio en cuanto a su estado y su función. 

La mayoría de lo que se había dicho sobre ellos se resumía en la definición de Charles Robin en su “Diccionario de Medicin a y Cirugía” (1858), en la que describía la menudencia de “muy pequeñas granulaciones formadas de sustancia organizada” encontradas en los tejidos, células, fibras y otros elementos anatómicos del cuerpo, y en gran abundancia en sustancias tuberculosas y otras materias morbosas.

Béchamp, siempre atento a evitar conclusiones sin fundamento, no permitió que su imaginación huyera con respecto a estas “muy pequeñas granulaciones”. Al principio, simplemente las señaló y les otorgó el nombre evasivo de “pequeños cuerpos”. No hizo ningún trabajo adicional en relación con ellos cuando sus nuevas obligaciones lo llevaron a Montpellier, y allí puso fin a las observaciones que había comenzado en Estrasburgo y que contó y explicó en su memoria de 1857.” (18)


________________

(1)    PEARSON. R. B. PASTEUR: PLAGIARIO, IMPOSTOR.  (o “el sueño y la mentira de Louis Pasteur”) la teoría de germen refutada. Publicado por primera vez en 1942. Págs. 7-14.
(2)    BÉCHAMP O PASTEUR? Un Capítulo Perdido en la Historia de la Biología.  Ethel Douglas Hume. Basado en un manuscrito del Dr. Montague R. Leverson, M.A., Ph.D. 1923. Pág. 38-42.
(3)    PEARSON. R. B. PASTEUR: PLAGIARIO, IMPOSTOR.  (o “el sueño y la mentira de Louis Pasteur”) la teoría de germen refutada. Publicado por primera vez en 1942. Págs. 15-18
(4)) BÉCHAMP O PASTEUR? Un Capítulo Perdido en la Historia de la Biología.  Ethel Douglas Hume. Basado en un manuscrito del Dr. Montague R. Leverson, M.A., Ph.D. 1923.. 47-54
(5) Ibídem. Págs. 58-59
(6) Ibídem. Págs. 60-84
(7) Ibídem. Pág. 85
(8) Ibídem. Págs. 89-90
(9) Ibídem. Pág. 92
(10) Ibídem. Pág. 95
(11) Ibídem. Pág. 96
(12) Ibídem. Pág. 99
(13) Ibídem. Pág. 103
(14) Ibídem. Pág. 116-119
(15) Ibídem. Pág. 127
(16) Ibídem. Pág. 131
(17) Ibídem. Pág. 134
(18) Ibídem. Pág. 136









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